Te convertí
en mi más hermoso poema.
Para leerte al alba.
Bajo la lluvia.
A la sombra de un árbol.
Con un sol de verano.
Pero no te gustaba la poesía.
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Me viste irme
y, de nuevo, salieron de vos
palabras al viento
de esas que no cumplirías.
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En mi desesperación
por verte
por leerte
por escribirte
me perdí
y aunque tomaste el cuaderno
que llené de versos para vos
esperando reencontrarnos
nunca aprendiste
-o quisiste-
leerme.
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Los versos que te mando
-si, aún lo hago-
serán como la lluvia
que cae en tu rostro
en el gris de tu cielo
¿Lo sentís, o seguirá viva tu indiferencia?
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¿Qué debo hacer
con las cartas cargadas
de promesas vacías?
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Si tenés algo de compasión, volvé
y solo destrozame el corazón.
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Y, aunque trate de engañarme a mi mismo,
volveria a cruzar el mundo por vos.
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