En medio de esta
necesariamente prolongada ausencia
me pediste
que te escribiera
una historia para antes
de ir a dormir.
Y así llegué a este punto.
¿Que hacer?
¿Una típica historia de hadas, con castillos y mundos mágicos?
¿O acaso escribir una forma indirecta de expresarte el amor que guardo?
En fin.
Aquí te va mi pobre intento.
En medio de esa tierras de nadie, polvorientas, de gruesa arena, de sol abrasador, en el medio de África estaba Él. Cantaba. Desde antes de nacer cantaba. Canciones de paisajes. Canciones de amaneceres. De atardeceres. De amor. De dolor. El crujir de la tierra partida armonizaba con sus notas. El viento, cual flauta, estremecia las cuerdas de su pelo. Cada ser de esa tierra parecía formar parte de tan peculiar armonía. Pero ella no respondía. Pero Él no se desanimaba. Cantaba. Al sol. A las estrellas. Al elefante. A las sombras. Al cielo azul que, como todos sabían, le recordaba al cielo de sus ojos.
Entonces, un día, ocurrió lo impensable. Se detuvo. Esas ininterrumpidas notas cesaron. El cielo se torno gris. Un bravo viento del oeste irrumpio. Lluvia. Más y más lluvia. Él yacía en el suelo. Inmutable. De mirada perdida. Pálido. Sin alma. No notó que el agua subía hasta que se convirtió en un bravo río que lo arrastraba. Nunca sintió el agua. Las tortugas y peces lo mantenían a flote. Le cantaban para que recuperara la conciencia. No lo notó. Y durmió.
Durmió. Pero, de pronto, sintio el sol. Primero un ojo y luego el otro. Arena. Pero no la gruesa roja que siempre vió en su vida. Fina. Blanca. Un sonido llamó su atención. Olas. Extravió su mirada entre el mar y el cielo, hasta que algo atrajo su atención. Ese sonido. Pero, ¿Sería cierto?. Ese sonido al que cantó toda su vida. Temeroso, volteó su mirada. Ahí estaba. Bajo los árboles. Ella. No hay muchas más palabras que puedan agregarse. Volvió su color y el canto. La tonada estaba completa. Sus tonadas. ¿Y vivieron felices para siempre?. Nadie lo sabe. Después de todo, ellos no querían vivir para siempre. Lo que si querían era de cierta forma, en algún momento y en algún lugar encontrarse. Y, ahora, esa tonada está completa.
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