No hubo silencio
que acompañara
sus últimos suspiros
solo el calor
del infierno de gases
y morteros.
No supimos sus nombres
-a pesar de cruzarnos en miradas
de dolor
de aliento
entre rejas
o detrás de las barricadas-
hasta que los escuchamos
en el grito de sus madres.
Y así se fueron
nos los arrebataron
y aún sin saber nada de ellos
-y ellas-
si supimos que no hubo miedo
que se interpusiera
a su sueño de libertad.